SUELTO MI CONTROL...
- Patricia Tanus
- 19 oct
- 6 Min. de lectura

Nota importante: Este blog está dirigido tanto a mujeres como a hombres. Las reflexiones aquí compartidas invitan a todos, sin distinción de género, a revisar nuestras creencias, abrirnos a nuevas formas de relación con lo divino, y reconocer el valor de cada energía en el proceso de sanación, creación y rendición. La invitación es universal: soltar el control, permitir la colaboración sagrada y recuperar el equilibrio que nos permite manifestar una vida más plena.
Hay momentos de tribulación en donde quizá podamos perder el sentido, o tengamos la sensación de perder el control, y es justo en esos momentos donde más necesitamos soltarnos, o como algunas filosofías le llaman... es momento de rendirnos.
Y ya sabes, aparecen en el camino esas señales que nos clarifican la mente y el corazón. En este caso vi un vídeo de motociclistas profesionales, a quienes les entrenan para que al momento en que pasan por un bache, más allá de tomar el volante con fuerza y querer recuperar el control de la moto, se les indica que es necesario soltar el deseo de control y tomar con suavidad el volante, poco a poco por si sola la moto retoma su estabilidad. Y es que el miedo es así, nos impulsa a tensar nuestros músculos, a querer ejercer fuerza, control y poder sobre aquello que nos esta afectando o confrontando.
Otro factor que va de la mano del miedo son nuestras creencias, y una que en la actualidad se disfraza de libertad y empoderamiento, y quizá muchas mujeres no consideren esto viable, pero es así. La feminidad en la actualidad es una extensión del miedo, y nos esta llevando a perder identidad, rol, jerarquía y poder de manifestación.
Trataré de explicarme en este punto, y lo haré desde mi experiencia, desde mis vivencias, con esto no quiero decir que todas vivamos lo mismo, pero si ofrece un parámetro de cómo puedes revisar de que forma quieres tener siempre el control de tus asuntos, aunque estemos pidiendo a los ángeles o a Dios mismo que nos ayuden a mejorar la situación, seguimos pretendiendo tener el control.
Si bien pudiera parecer que crecí en un patriarcado dado que tuve 4 hermanos que influyeron en mi vida, realmente quien me educó, quien cuidó de mi, quien me enseño a valerme por mi misma fue mi madre. Lo aprendí directa e indirectamente, me inculcó ideas, creencias y hábitos, pero también la ví a ella (y a mi hermana) a luchar, a enfrentar y a ser productivas por si solas. Comencé a trabajar a los 6 años de edad haciendo maquila al lado de mi madre, acompañé a mi hermana a su centro de trabajo innumerables ocasiones, y fue así como aprendí a tener control sobre mi y sobre mis acciones. Si bien esto ha sido una gran enseñanza ya que me ayudó a mantenerme de pie hasta el día de hoy, también me llevo de forma involuntaria e inconsciente a considerar poco relevante a la energía masculina, y le di un rol donde tuvo poca participación. Y esto también incluye a Dios mismo, a los ángeles y a toda energía disponible para que manifieste una buena vida. Porque a fin de cuentas por sí sola podría hacerlo.
Sin duda he logrado muchas cosas en mi vida, he tenido aciertos y desaciertos, también es cierto que con el paso de los años (más de 15 años) me he dado a la tarea de trabajar para Dios y para los ángeles, pero mi relación con ellos había sido como en todas mis relaciones (laborales, amistosas, de pareja, etc.), totalmente controladas, y no porque controlara al otro, sino me controlaba a mi misma para no intimar de más y así mantenerme en un lugar aparentemente seguro.
Pero ¿Cómo dar vida sin energía masculina? es imposible, aunque haya avances en la medicina, genética y ciencia en general, es imposible dar vida sin energía masculina. Y si bien en cada uno de nosotros están ambas polaridades, necesitamos de los unos y los otros para avanzar, para evolucionar, para crear una nueva y buena vida.
Una de las lecciones o regalo de vida que me ha dado la trascendencia de mis hermanos, es justo esta: poder ver a lo masculino desde otra perspectiva, desde otras historias. Y eso implica ver a Dios mismo desde otra lente. Comprender que cuando Él me pide soltar el control, no es porque yo no pueda hacerlo por mi misma, sino porque con su ayuda puedo hacerlo mejor, puedo hacer que germine, que se geste y sobre todo, puedo darlo a luz.
Sin duda las mujeres que conozco son increíbles, son maravillosas, son únicas y brutalmente especiales, pero todas de alguna u otra forma terminamos haciendo todo por nuestra cuenta. Han tenido logros, pero a base de un esfuerzo mayor. Y es que estamos acostumbrados al sufrimiento, al aislamiento, al yo puedo hacerlo sola. La misma historia de Jesús nos lo revela, nos hablan de María, su madre. De la mujer poderosa que fue, pero poco se habla del equipo que hizo con José, padre de Jesús, quien haya sido como haya sido, se responsabilizo de su cuidado, de su crianza y merece ser reconocido.
En este caso, hombres y mujeres merecemos por igual: reconocimiento, amor, valía, respeto, etc. Y darnos a cada uno nuestro lugar, nuestro rol, nuestro propósito, esto si es equidad.
Y quizá te preguntes, esto que tiene que ver con soltar el control... todo, tiene que verlo en todos los aspectos. La forma de ver a lo masculino desde una perspectiva más amable, más cercana, e incluso más servicial nos da la posibilidad de recuperar nuestro equilibrio, de manifestar lo que deseamos y de comprender nuestro verdadero propósito.
Y bueno, como es tradición en mis blogs, aquí tienes los cinco tips para soltar, rendirse a Dios y permitir que la vida se geste con ayuda divina:
1. Suelta con suavidad, no con fuerza
Como en el ejemplo de la motocicleta, el control rígido intensifica el desequilibrio. Practica el arte de soltar con ternura:
Haz una pausa consciente cuando sientas tensión.
Respira profundo y repite: “No tengo que sostenerlo todo sol@.”
Imagina que Dios toma el volante contigo, no para quitarte poder, sino para compartirlo.
2. Reconcíliate con lo masculino como energía gestora
Rendirte a Dios implica abrir espacio a lo masculino divino, no como opresor, sino como co-creador:
Honra a los hombres que han sostenido vida, incluso si su rol fue silencioso.
Invoca a Dios como padre amoroso, como José que cuida sin protagonismo.
Haz un altar sencillo con símbolos masculinos: piedra, sol, madera, y ofrece una vela blanca con la intención de reconciliación.
3. Revisa tus creencias de autosuficiencia como defensa
La independencia aprendida en la infancia fue necesaria, pero ahora puede transformarse:
Escribe una carta a tu niñ@ interior agradeciendo su fuerza, y dile que ya no está sol@.
Identifica qué hábitos nacieron del “yo puedo sol@” y elige uno para soltar esta semana.
Repite: “Mi poder se multiplica cuando me permito recibir.”
4. Ritualiza el acto de pedir ayuda
Pedir ayuda no es debilidad, es apertura al milagro. Hazlo ritual:
Enciende una vela y di en voz alta: “Dios, ángeles, energía masculina divina, les entrego esto…”
Nombra el tema, creencia o hábito que deseas soltar.
Cierra con: “Confío en que ustedes lo gestarán (o gestionarán) mejor que yo.”
5. Celebra la co-creación como propósito divino
La rendición no es pasividad, es colaboración. Reconoce que tu rol es sagrado, pero no exclusivo:
Visualiza tus proyectos como hijos que requieren madre y padre energético.
Invita a lo masculino a participar: desde ideas, apoyo, presencia.
Repite: “Mi propósito florece cuando lo comparto con lo divino.”
Soltar el control no es una renuncia al poder, sino una apertura a la colaboración divina. En momentos de tribulación, cuando el miedo nos impulsa a tensar los músculos y aferrarnos a lo conocido, la verdadera sabiduría está en rendirse. Rendirse no como acto de debilidad, sino como gesto de confianza profunda en que hay fuerzas más grandes que nos sostienen, nos guían y nos ayudan a gestar una vida más plena. En la Biblia, la esposa de Lot es una mujer mencionada por primera vez en el libro del Génesis (Génesis 19), donde se describe cómo ella se convirtió en una estatua de sal después de mirar hacia atrás cuando escapaba de Sodoma con su familia, quiso controlar, quiso aferrarse y tenso tanto sus músculos que se petrificó.
Rendirnos a Dios implica reconocer que no estamos sol@s, que no todo depende de nuestra fuerza, y que la divinidad —en sus múltiples formas, incluyendo lo masculino sagrado— está disponible para ayudarnos a manifestar, a sostener, a dar vida. Esta rendición es también una reconciliación con nuestra historia, con nuestras creencias, con nuestras polaridades internas. Es permitir que el propósito se revele no solo desde el esfuerzo, sino desde la gracia.
La equidad verdadera no se trata de hacer todo sola@s, sino de reconocer el valor de cada energía, de cada rol, de cada presencia. Al honrar tanto lo femenino como lo masculino, al permitir que Dios participe en nuestra vida no como juez sino como aliado, recuperamos el equilibrio perdido y nos abrimos a una nueva forma de vivir: más suave, más compartida, más divina.
Deseo que junt@s podamos rendirnos a lo divino, fortalezcamos la fe y reconozcamos que somos un equipo y que somos parte esencial en el plan de Dios. Permitamos que la vida se geste con ayuda del cielo.
Con cariño
Patricia Tanus.



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